Despedidas
Hoy leí el Blog de Mauricio, hablaba de la muerte, de reencuentros... y lloré... un diluvio de lágrimas deshidrató mi alma. Un diluvio de lágrimas por las emociones que vi en post. Porque distinguí tras sus múltiples escudos, un poco más de su alma. Pero también lloré por mis propias despedidas, que no han sido pocas...
- Recordé al viejo amigo del liceo, al compañero del alma que rompió mi corazón cuando se fue del país por muchos años y volvió sólo para morir en su tierra. “El hermanito” como yo llamaba, llegó de vuelta a Chile muy enfermo, tuvo un par de meses para despedirse. En ese tiempo yo vivía cerca de su casa y pasaba cada tarde a conversar con él, sentarme en su cama, ayudarlo a bañarse, leer juntos y a transcribir su poesia. Al marcharme sagradamente besaba su frente, como era su costumbre despedise de mí. Recuerdo la fragilidad de su cuerpo y la fuerza de su alma. Quizás lo amé, quizás no... pero opté estar a su lado , tal vez en un gesto egoísta, deseaba sostener su mano el último día. Pero decidió acabar con su vida, un día no se abrió la puerta de su casa, un par de días después recibí el llamado de su madre, la tía.... era viuda y perdió su hijo único, estaba destrozada. La acompañé a buscar su cuerpo y a vestirlo para el funeral... jamás olvidaré esa imagen. Su cuerpo, no era él...
No pude asistir al funeral. Jamás lo he ido a visitar al cementerio, incluso olvidé la fecha de su muerte. Prefiero pensar que está de viaje nuevamente y que algún día volverá.
- También recordé al Negro. El era unos tres o cuatro años menor que nosotros y prácticamente vivía en nuestra casa (Ángel y yo compartíamos en esa época, casi 8 años atrás). Era común que recibiéramos gente en la casa, eramos una comunidad. El negro, se quedaba a alojar habitualmente, estaba sin trabajo, la había pasado muy mal. Así fue como, en cierta medida, lo habíamos “adoptado” como a otros de la comunidad, donde Ángel y yo cumplíamos el rol de “padres”.
Eran tiempos difíciles, pero llenos de unión, de política y música, de Alcohol y guitarras... de alegría y festividad. Todo se quebró una mañana en que nos avisaron que el Negro estaba en la posta, lo habían asaltado.
La noche anterior tras un breve carrete el salió, dejando un cigarro para fumarlo juntos a su regreso. Pero no pudo volver y ese cigarrillo lo fumamos entre los más cercanos el día de su funeral, fue nuestra despedida.
Había Muerto nuestro “hijo”, teníamos miedo, rabia y nos obsesionamos... quién había sido?... nunca se supo. Nosotros tenías sospechas y eso lo hizo peor... estuvimos al borde de enloquecer, sólo podíamos hablar del tema y no era sano seguir juntos...
Con esa muerte, murió la comunidad, murió la posibilidad de una relación “normal” con Ángel, vino la crisis y la separación. Los periodos de autodestrucción solitaria, la depresión... Ángel por su camino y yo por el mío... Ambos derecho al abismo. Los peores errores de nuestras vidas, al menos de la mía, fueron en esa época.
Esas, además de un par de embarazos perdidos, son las muertes que más me duelen.
Hay sin embargo, una muerte que hasta hoy no había sentido y que quizás por primera vez lloro hoy. La muerte de mi Fantasma... un pseudo revolucionario que fue mi compañero por cinco años, la dictadura le quitó a sus padres y pa supuesta "Democracia" el sentido de vida.
Siempre dije que no merecía ni una lágrima más mía, fueron bastantes la que en vida me causó. Incluso el día de su muerte me sentí librera, podría decir feliz, fue un alivio. No fui a su funeral, jamás he visitado el cementerio, sólo conservo de él mi “herencia”: una colección de libros de Socialismo y un Habano que el mismo trajo de Cuba; un par de cicatrices y variados recuerdos.
Creo que este llanto es el fin del proceso... ese fantasma está hoy enterrado y estas lágrimas que corrieron, lavan el recuerdo de los dolores y deslizan el miedo de mis ojos al suelo. las cicatrices quedarán, pero ya no duelen....
Hoy haré la ceremonia de despedida que estaba pendiente. Me tomarme un vaso de ron-cola, sólo uno... beberé lentamente y en solitario. Sentada en el balcón, tal vez encienda el viejo Habano que guardo como reliquia... quizás hasta me deshaga de la colección de libros, quizás.
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